domingo, 1 de noviembre de 2015

El fin de la eternidad

No existe nada que no se haya dicho, no existe nada que no se haya escrito, es un acto de amor repetir las palabras de otro, se trasciende el tiempo y el espacio cuando ocurre eso, se alcanza la inmortalidad al tocar un instante fugaz de la vida de otro y traerla al presente en la vía de uno, eso pasa con las letras, son atemporales, están más allá del viento; es lo que hacían los chamanes, o los viejos que guardaban la historia oral en las tribus ancestrales.

Uno puede mirar el ciclo de la vida como una repetición sin sentido, nacer, crecer, reproducirse y morir, la vida del animal, o del hombre elefante, que grita desesperado no soy un animal, o reírse y reconocer la animalidad y orgulloso proclamar a los cuatro vientos, en mi epitafio colóquese, comió y durmió bien; siempre pensé que el fatalista más claro en la vida cotidiana es el que daba por sentado y atribuía como cierto el cliché, "siempre han existido pobres y siempre los habrá", la carencia de esperanza como pobreza, o como triste miseria; uno puede asumir dos actitudes frente a la vida, la pesimista o la optimista, tomar el martillo o dejarse pegar, pero esta visión no sólo es cínica, sino que estrechamente limitada, lo real es la actitud, y la actitud es fugaz y pasajera ya que nace del constante cambio al que uno se ve sometido por el ambiente, el mundo, la vida.


La actitud es un concepto, y el concepto es una palabra que usamos para clasificar las cosas; finita e infinita a la vez, el concepto encierra en sí la totalidad, es una palabra creada para contenerlo todo y nada al mismo tiempo, el concepto es el ladrillo universal, del orden y estructura del lenguaje.

En el fondo la seguridad que nos damos en todo orden de cosas se basa en poder clasificar algo, ordenarlo, darle sentido, traducirlo del lenguaje universal de la vida a una imagen entendible del mundo, o digerible del mundo, para poder vivir en él, con cordura o racionalidad, o con locura e irrealidad, y esto también es un engaño, la vida es locura, tratar de darle un sentido a la vida es una locura, una hermosa utopía, realizable y perfectamente asequible, por cualquier hijo de vecino.

Cuando se habla de destino hay quienes lo niegan usando el concepto libre albedrío, niegan la existencia predeterminada de un orden determinado, ineludible, fatalmente inexorable, no conciben la existencia conjunta del libre albedrío y el destino, son opuestos irreconciliables, contradicciones inunificables; lo cierto, es que la vida tiene un orden, podemos aceptar esto o no, lo podemos ver o no, lo podemos entender o no, pero lo que queda por ver, aceptar o entender, en forma desnuda, después de despojar la existencia de orden, es la vida misma, y el cambio constante de la misma a cada segundo.

Esto es muy fácil de digerir, el concepto de orden en la eternidad, conjugado con el libre albedrío, no es muy distinto por ejemplo de la música, la escala musical tiene un orden, predeterminado, la escala musical tiene ocho sonidos, cada sonido y su representación pueden tener y de hecho lo tienen, su imagen o representación en una expresión matemática, los sonidos mismos pueden ser vistos en su expresión matemática por sus longitudes de onda, pero la infinita posibilidad de expresión que permite ese orden, la infinita gama de matices emocionales que puede develar cada uno y los cientos de miles de autores que existen y que existirán, es única.

El arte como concepto, encierra si lo miramos cronológicamente, una progresión en el lenguaje de develar lo que la vida es, momento a momento, en el orden lineal de la trama del tiempo, el arte va contando la historia de cómo ve y percibe al mundo la humanidad; es cierto que existe el plagio y la repetición, que pasan décadas o siglos en que no se inventa nada nuevo, pero ahí esta el chiste, el ser humano crea, inventa, saca un conejo del sombrero, de la nada, se inventa a sí mismo, como individuo, como cultura, y como especie,  el resultado de tener una civilización es la suma, capa por capa, de todo lo que el hombre y la mujer han creado en la procesión sucesiva del tiempo, objetivamente en esta creación humana no hay un círculo repetitivo de cosas, sino una espiral ascendente, infinita, que se joda el que dijo que la historia se había acabado, la historia no tiene fin, ni lo tendrá, aunque me apaguen la tele.

Que las cosas no tengan fin no significa que no tengan finalidad, Cristo dijo yo soy la verdad y la vida, yo soy el camino, síganme los buenos, el chapulín Colorado decía lo mismo, Forrest Gump cuando le dio por correr y tenía una tropa de gente que lo seguía dijo, estoy cansado quiero irme a mi casa, y ahora que hacemos le gritó su más fiel seguidor, obviamente no tuvo respuesta, ni la tendrá, el correr para el no tenía sentido, porque no nació de su actitud profunda, de sentir la necesidad y el deseo de correr por correr.

Necesidad, deseo, cualidades que vemos o atribuimos a la naturaleza más animal del hombre, pero que unidos a la claridad de las cualidades más profundas y espirituales de cada individuo, sea lo que esto sea o signifique, es lo que en definitiva le da un sentido, aunque sea transitorio a las cosas, esto es lo normal y lo sano, ya que la vida es de por sí transitoria.

Yo no creo en el pecado, o más bien creo que el pecado real y el más grande que puede existir para mí es aburrirse, espero que esto que he escrito no los haya aburrido, no tienen en si mas finalidad que pasar el rato.

May the force be with you



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