sábado, 28 de febrero de 2015

NUEVOS AIRES

Saliendo de la penumbra
vuelvo a los trenes infinitos
con un camino diferente.

Los majestuosos cerros
entre nubes graciosas
los pastizales,
estanques,
los sauces,
la gente,
son la rápida alegría
que se despide cuando pasa.


Es el viento fresco
y los últimos rayos de una tarde borrosa
de un corazón extraño.

Hay algo más; escondido,
acechante,
es la rapidez,
el vistazo ciego
que me grita con celo
la realidad de la gente.

Porque no son solo cerros,
nubes y pasto,
es una casa escondida
que me esconde su llanto.

Es la miseria mía,
de no tener más tiempo
para pararme en el centro
de esta basta llanura,
acariciar la tierra
y sacar su savia.

De empaparme entero
de su humilde grandeza,
y el sol se esconde
para impedirme el paso,
para dejarme ciego
y cerrarme tus brazos.

Y me siento indefenso
frente a esta mole de hierba,
me parece increíble,
como vivir en la selva,
a lo lejos se viene una vaca,
una casa sin techo,
y, más cerca aún,
se esconden,
quizás,
miles de pequeños seres,
ignorantes,
tranquilos.


Bizarro Albardan 1991

(Escrito a los 17 años)

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